domingo, 26 de diciembre de 2010

I PREMIO LITERARIO "JACARANDA"

ABC. El I Certamen Literario de «Jacaranda» ha sido todo un éxito, tanto de participación como por la calidad de los trabajos. «Los desgarrones del alma» ha sido el relato ganador...

domingo, 19 de diciembre de 2010

¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!

Ver vídeo de Descrito Ediciones

viernes, 17 de diciembre de 2010

PRESENTACIÓN DE COMICTECA.ES

Ayer, 16 de diciembre de 2010, acudimos al lanzamiento en Madrid de Comicteca.es, un interesante espacio de reflexión sobre la distintas relaciones entre la imagen y la palabra.







viernes, 3 de diciembre de 2010

UN REGALO DEL ESCRITOR JOAQUÍN COPEIRO

Poema de Joaquín Copeiro incluido en el libro
Alberto, encuentro en Toledo 1895-1995
ESCULTURA

Al ver tus manos -¡pájaros sin nido!-,
La luna me da luz desde una loma:
Boina negra, y EL barro al sol cocido.

Ese PUEBLO de espigas que se asoma,
Río rojo ESPAÑOL, verde romero,
Tronco bravo, terrón, vierte su aroma.

Otoño TIENE voz de zapatero
Sobre UN sapo que huele los cantuesos
Azulados, con alma de torero.

Nadie sube a la sierra de los huesos
Calvos por el CAMINO que han trazado
Hembras del horizonte, higueras, ¡presos!

El estiércol y el sándalo han grabado
Zureos de palomas circulares
En espacios QUE el cieno ha perfumado.

Sobre un campo de piedras triangulares,
CONDUCE A los conejos de Castilla
Una vaca con urbes singulares.

La noche va cayendo. UNA chiquilla,
Teñida con tomillo y con almagra,
Ondea: ¡una bandera que, en arcilla,
Reluce como ESTRELLA de La Sagra!


jueves, 25 de noviembre de 2010

LA PLAZA DE BARRIONUEVO Y SU ESTRELLA

La Plaza de Barrionuevo, en Toledo, es un pequeño rincón que los turistas atraviesan para ir desde la Casa del Greco hasta San Juan de los Reyes.
Los árboles nos acompañan mientras tomamos un café en una de sus terrazas. Y si uno es un poco observador puede encontrar la razón de su existencia mientras disfruta con la vista de una de las piezas más hermosas que nos ha dado nuestra tierra, la tierra de Alberto, escultor y poeta nacido de las piedras de Toledo.
Hoy comenzamos nuestro particular homenaje al hombre olvidado, de nariz afilada y mirada profunda.
Alberto Sánchez abrió un camino que, para aquel que lo encuentre, siempre conduce hasta su estrella.

jueves, 30 de septiembre de 2010

LA MEMORIA ESCANDIDA (EJERCICIOS DE MÉTRICA)

La memoria escandida (ejercicios de métrica), de Joaquín Copeiro, es un homenaje a los poetas más influyentes de la historia de la literatura española, con una recreación de sus formas métricas más recurrentes. Desde los autores anónimos de las jarchas del siglo XI a los poetas de los 50, pasando, desde luego, por los grandes clásicos de los Siglos de Oro, del Romanticismo, de la Generación del 98 o de la del 27, el autor repasa la obra de veintidós autores, cantando los rasgos más líricos de sus biografías o de sus creaciones poéticas, y a través de formas estróficas muy variadas, lo que hace del libro una aproximación a la historia de nuestra poesía, memoria escandida, pues, así como una sugerente colección de ejercicios de métrica.

Con La memoria escandida (ejercicios de métrica) inauguramos la colección de poesía y damos el salto al libro electrónico (ebook).

viernes, 11 de junio de 2010

CANTO A MÍ MISMO, paráfrasis de León Felipe

Walt Whitman, Ediciones Akal, S.A.

El Canto a mí mismo, de Walt Whitman (Nueva York, 1819 - Nueva Yersey, 1892), en versión castellana de León Felipe (Tábara, Zamora, 1884 - Ciudad de México, 1968), es uno de esos libros que todo ser humano debería leer alguna vez espulgándolo con cuidado para extraer de él todas las perlas de sabiduría que contiene.
El viejo Walt nos instala definitivamente en el mundo para darnos una visión distinta, certera y humanísima, acerca de cómo debemos transitar por estos pagos; eso sí, nos advierte que «si quieres entenderme, ven a las sierras y a las playas abiertas».
El viejo Walt nos enseña a apreciar que «una hoja de hierba es tan perfecta como la jornada sideral de las estrellas», y que basta con una de ellas para darse cuenta de «que la muerte no existe», porque «cesó en el instante de aparecer la vida». Con sus versos aprendemos que «los infinitos héroes desconocidos valen tanto como los héroes más grandes de la Historia». Tal vez por eso, el venerable poeta se sitúe junto a los vencidos, a los esclavos negros –su obra debería convertirse en libro de cabecera de Obama, o acaso ya lo venga siendo—, a los rebeldes, a los rateros, a los enfermos, a los mendigos.
El viejo Walt nos invita a acompañarlo en sus indagaciones sobre la naturaleza o sobre el alma humana con una voz tan persistente que no podemos desoír, porque, asegura, «mis palabras te zumbarán en los oídos sin descanso hasta que las entiendas».
El viejo Walt nos sobrecoge con sus reflexiones: una, «sólo lo que se prueba en todos los hombres y en todas las mujeres es verdad, y sólo lo que nadie puede negar existe»; dos, «¿por qué voy a empeñarme en que Dios sea otra cosa mejor que este día?».
¡Un regalo para el espíritu! ¡Gloria al viejo poeta americano! ¡Oh, capitán, mi capitán! JOAQUÍN COPEIRO

martes, 1 de junio de 2010

LA RELIQUIA

Germán Sánchez-Espeso, Plaza & Janés

Yo le presté el libro a Manolo, un adolescente al que no le gustaba leer. Eso sí, primero le hablé brevemente de su trama. «Se trata», le dije más o menos, y puede que con palabras más adecuadas para sus entendederas, «de un pícaro que, en la España de Felipe V, sobrevive gracias a una característica que lo hace verdaderamente singular: dispone de un miembro viril tan descomunal y virtuoso, “la reliquia”, que todas las damas que oyen hablar de él pugnan por poseerlo y gozar en exclusiva de sus taumatúrgicos poderes». Al día siguiente, me sorprendí al observar cómo, en la biblioteca del instituto en que yo trabajaba, mi querido Manolín leía en voz alta para un grupo de seis o siete colegas suyos las peripecias de Corderito Pascual, nombre del personaje dotado de tan vigoroso órgano.
¡Dios, que «ni él mismo sabía la magnitud del tesoro que llevaba entre las piernas», afirma el narrador refiriéndose al protagonista de la novela y a su virtuoso instrumental! Y no era para menos, a juzgar por las aventuras a que lo conduce la especialísima estructura del rasgo más primario de su condición viril.
Sea como sea, yo me atrevo a afirmar que en toda la historia de la literatura española existe tamaño fenómeno, si no es el que se recogía años antes en el número 1 de la colección La sonrisa vertical, que, bajo el título de La insólita y gloriosa hazaña del Cipote de Archidona, relataba la historia del susodicho, avalada por Camilo José Cela «(De la Real Academia / Española, / que contra lo que se dice, / mea sola.)», según se lee en los últimos versos con que el académico expresa su gratitud a Robustiano Cipotón por haberle felicitado las Navidades de esta guisa: «Que esta Navidad / le traiga longevidad / y el año setenta y tres / mucha fuerza en el kilé.».
Novela jocosa, pues, desmadrada, incluso, esta de La reliquia, digna de ser buscada, encontrada y devorada por los amantes de la buena literatura. JOAQUÍN COPEIRO

LA FIGURA DE LA ALFOMBRA

Henry James, Impedimenta

Esta curiosa historia de Henry James (1843-1915) tiene un carácter metaliterario, es decir, que en ella se utiliza la literatura, la narrativa, para hablar de la propia literatura, y ello, no desde la perspectiva del lector, lo que sería algo más convencional y previsible, sino desde la del crítico literario, lo cual resulta mucho más inusual y sugerente.
En efecto, el crítico literario que protagoniza la historia, y que la narra en primera persona, nos transmite, a lo largo de sus páginas, la ansiedad que lo empuja a perseguir compulsivamente cuál sea la razón oculta, pero presente según su propio autor, de la obra narrativa de Hugh Vereker, prestigiosísimo escritor coetáneo al crítico.
El misterio y la intriga, culturales ambos, animan el ir y venir del narrador protagonista, que no descansará hasta dar con esa suerte de «figura de la alfombra» en que se ha convertido para él la clave que busca entre la «trama del hilado de la. alfombra» y que permitiría entender en su totalidad, y profundamente, la elogiable obra del famoso Hugh Vereker Para saber si alcanza o no su objetivo, es preciso, naturalmente, leer la novelita; pero sin duda será la propia lectura de sus páginas, «estar en ello», asistir, como testigo de excepción, al incansable trasiego del personaje principal, lo que dará verdadero sentido a esta rara e interesante creación de Henry James, autor americano, a caballo entre los siglos XIX y XX, más conocido tal vez por aquel relato suyo que se llevó al cine con el título de Otra vuelta de tuerca.
Esta novelita de Henry James nos hace caer en la cuenta de que, de vez en cuando, es preciso volver la vista atrás y echar mano de los clásicos de la literatura, en la seguridad de que no nos decepcionarán. JOAQUÍN COPEIRO

LAS PERSONAS DEL VERBO

Jaime Gil de Biedma, Galaxia Gutenberg. Círculo de lectores

A los treinta años, Jaime Gil de Biedma decía a su amor, en su conocido «Vals del aniversario», del libro Compañeros de viaje: «Nada hay tan dulce como una habitación / para dos, cuando ya no nos queremos demasiado [...] / Te llamo / para decir que no te digo nada / que tú ya no conozcas, o si acaso / para besarte vagamente / los mismos labios». Este poeta singular, testigo del tiempo que le tocó vivir («De todas las historias de la Historia / sin duda la más triste es la de España / porque termina mal.») es, de entre los de su generación, el que más ha influido sin duda en los poetas posteriores. La emoción lírica de Gil de Biedma arranca de su propia experiencia y de la conciencia del momento histórico en que vivió. Por eso, junto a la bella expresión de la intimidad, en su obra aparece la ironía, y a veces el humor, con que contempla el mundo que le rodea, y sirvan de ejemplos las citas anteriores.
Con Las personas del verbo, tenemos la ocasión de conocer en profundidad el alma de un poeta, porque en el libro se recoge la poesía completa del autor, junto a un prólogo que la alumbra. Y probablemente esta, la lectura de toda la creación poética de alguien, sea, entre otras, una de las formas más interesantes de comprender la verdadera historia de un país, de saber cómo se pensaba y se sentía realmente en una época determinada y por qué. Pero además, en el caso que nos ocupa, estamos, como hemos dicho antes, ante el poeta de mayor repercusión de las últimas generaciones, capaz, con su estilo sencillo y depurado, de estremecernos de belleza («...esos cuerpos [...] / capaces de hacer llorar de amor / a una nube sin agua...») o de hacernos meditar con sus reflexiones («Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde...»). JOAQUÍN COPEIRO

LA MONTAÑA MAGICA

Thomas Mann, Pocket. Edhasa

«Sólo hemos planteado la cuestión de si es posible narrar el tiempo para reconocer que esa era precisamente nuestra intención en la historia en curso.» Y Thomas Mann logra narrarlo como nadie. Con inusitada maestría nos permite disfrutar de su lento y gozoso decurso a través de la cotidianeidad de la vida apacible de Hans Castorp en el Sanatorio Internacional Berghof, de Davos-Platz, en los Alpes suizos, una cotidianeidad jalonada por las acciones más rutinarias de comer, beber, fumar, reposar o pasear, que bien desearíamos poder compartir, y por las frecuentes conversaciones que tienen lugar entre el protagonista y sus amistades, de las que desde luego quisiéramos ser testigos, aunque hubiéramos de serlo mudos. La rutina no solo no importa, sino que hace atractiva la vida, porque alarga el tiempo, si procuramos no perder la conciencia de su transcurso. Y esto es lo que consigue Thomas Mann, y además nos conduce con extremada armonía por toda la historia de la cultura occidental, tocando los temas más inimaginables: el humanismo, la literatura, la técnica, la vida, la materia, Alemania, la enfermedad, los jesuitas, España, el arte, la moral, la muerte, la tortura, la pena de muerte, la masonería, la enseñanza, la farmacopea, la química, los sueños, la Iglesia, la vanidad, el número π, las finanzas, la música, el espiritismo... Y lo hace musicalmente, porque «la narración se parece a la música», como con una bellísima melodía, que durante casi toda la obra suena en la lengua del narrador, pero que no escurre incursiones en latín, en italiano, en inglés, o en francés sobre todo, que es el idioma del amor.
Si sus más de mil páginas se nos antojan escasas al final de la novela, ello es debido a la capacidad que para narrar con detalle el tiempo derrocha su sabio narrador, porque «sólo es verdaderamente ameno lo que ha sido narrado con absoluta meticulosidad», un narrador que es omnisciente cuando quiere, que dota de autonomía a sus personajes cuando así lo prefiere, que dialoga con sus lectores si lo cree necesario; y también se debe a la traza extraordinaria de personajes inolvidables e irrepetibles, tales como el joven protagonista Hans Castorp, su abuelo Hans Lorenz Castorp, su primo Joachim Ziemssen, los doctores Behrens y Krokovski, los inefables polemistas Settembrini y Naphta, la atractiva madame Chauchat, el desbordante y encantador Mynheer Peeperkorn, la jovencísima médium Ellen Brand y el resto variopinto de pacientes, todo lo cual sumerge al lector en un mundo maravilloso, en un auténtico paraíso, donde hasta la muerte adquiere tanta naturalidad, que la hace perfectamente asumible. Lástima, y aquí quizá estribe el simbolismo de Mann, que todo haya de acabar cuando dramáticas noticias de la guerra, Primera Guerra Mundial, nos fuercen a despertar del ensueño mágico en que su incomparable pluma con tal maestría nos había sumido. JOAQUÍN COPEIRO

miércoles, 26 de mayo de 2010

MEMORIA DE MIS PUTAS TRISTES

Gabriel García Márquez, Mondadori

"Desde entonces empecé a medir la vida no por años sino por décadas. La de los cincuenta había sido decisiva porque tomé conciencia de que casi todo el mundo era menor que yo. La de los sesenta fue la más intensa por la sospecha de que ya no me quedaba tiempo para equivocarme. La de los setenta fue temible por una cierta posibilidad de que fuera la última. No obstante, cuando desperté vivo la primera mañana de mis noventa años en la cama feliz de Delgadina, se me atravesó la idea complaciente de que la vida no fuera algo que transcurre como el río revuelto de Heráclito, sino una ocasió única de voltearse en la parrilla y seguir asándose del otro costado noventa años más." ¿Qué más se le puede pedir a un libro que nos regala tamaña reflexión para la vida y la muerte?: ¿una bonita historia, y de amor, que la tiene?; ¿un tiempo y un espacio atractivos hasta el punto de provocar en el lector un cierto sentimiento de "nostalgia histórica", que también?; ¿unos personajes inolvidables, como los que cobran vida en sus páginas?; ¿o una prosa tan sugerente y bella, tan inteligente, que conviertan a quien la traza en el único escritor vivo en nuestra lengua parangonable a Miguel de Cervantes, y autor, por lo demás, de las dos definitivas novelas que uno podría llevarse sin temor, y una por sobaquera, a una isla desierta, como son Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera? ¡Pues helo aquí, y en su mejor momento, con su estilo más depurado, como el de un escritor capaz de hacernos disfrutar con cada una de sus frases, que hay que degustar, que hay que saborear, como se hace con el más amable de los vinos, sorbo a sorbo, poco a poco, chasqueando la lengua una y otra vez! JOAQUÍN COPEIRO

lunes, 10 de mayo de 2010

FERIA DEL LIBRO DE TOLEDO 2010


FIRMA EJEMPLARES DE SU NOVELA


SÁBADO, DÍA 15 DE MAYO DE 2010

INOCENCIO X (1650)

Diego Velázquez

Voy a recordar algunos detalles que contextualizan este retrato:
1. Velázquez, con cincuenta años, en plena madurez artística y con un puesto importante en la corte (ayuda de cámara), va por segunda vez a Italia, en esta ocasión por expreso encargo del rey, para adquirir obras de arte.
2. Despúes de un largo periplo por Italia llega a Roma donde permanece todo el año de 1650.
3. Su condición de pintor del rey de España le abre las puertas del Vaticano, donde se le ofrece la ocasión de retratar al papa Inocencio X.
4. Velázquez, que llevaba varios meses sin tomar los pinceles, quiso, para atreverse con el pontífice, tal como relata Palomino: prevenirse antes en el ejercico de pintar una cabeza del natural.
5. Hace mano pintando a su criado-esclavo, Juan de Pareja, que le acompañaba en el viaje.
Ahora ya nos dedicamos al cuadro con la ayuda de dos maestros, Julián Gállego y Pérez Sánchez: Cuando pinta al papa, Velázquez está en su última manera, la denominada pintura-pintura, logrando un feliz equilibrio entre lo psicológico y lo puramente pictórico (J.G.).
Si nos detenemos en el aspecto pictórico, este retrato forma parte de una larga serie de efigies papales entre las que destacan el Jlio II de Rafael o el Paulo III de Tiziano, pero al mismo tiempo, la renueva, la revoluciona. El color -la inaudita sinfónía de rojos, sólo contrapunteada por el blanco del roquete y de la carta donde va la firma de Velázquez-; la precisión del modelado, pintado -no dibujado- con luz, no lo encontraremos en esos retratos (J. G.).
Ahora bien, si nos fijamos en el aspecto psicológico estamos ante una personalidad cruel y recelosa (P. S.), de mirada desconfiada, que nos sigue sin descanso (J. G.) hasta hacernos dudar de nuestra conducta: ¿Habremos hecho algo malo? Uno no esperaría el perdón de un ser tan implacable.
Pues parece que este pontífice debía ser así y él mismo lo reconoció, hasta el extremo de que, según la leyenda, al contemplarlo exclamó: Troppo vero. MARIANO MORALES

miércoles, 5 de mayo de 2010

INOCENCIO X

Francis Bacon

No me extraño, cuando leí La puerta de las Meninas, que esta Santidad no fuera del agrado de Jorge, su protagonista. Como muestra un botón: compone una presentación de imágenes de papas en Power-Point y, de la serie de inocencios que Bacon hace del de Velázquez, elige aquella en la que el pontífice está entre rejas, no sin antes despojarse de todo lo que signifique poder, grandeza y opulencia.
El pintor irlandés nos presenta una imagen distorsionada del papa en un aullido feroz, tomado de una foto fija de la nodriza de El acorazado Potemkin de Eisenstein, aullido que lo convierte en una alimaña dañina (L. A. Villena). El Inocencio de Vélázquez se nos mostraba tirano e inmisericorde, este, sencillamente, da miedo.
Por ello, Jorge siente que se hace justicia cuando ve que Bacon condena al papa. Le priva de la inmortalidad que creía alcanzar al pedir ser retratado por Velázquez y nuestro protagonista se alegra de que quien continúe vivo sea Bacon, lo que no esperaba cuando pintaba sus inocencios, pues todos le parecían fallidos frente al que consideraba uno de los mejores cuadros del mundo. MARIANO MORALES

PUERTA-VENTANA EN COLLIOURE (1914)

Henri Matisse

El tema de la ventana, desde sus comienzos, y sobre todo desde 1905, es esencial en Matisse. La ventana para él no es una frontera, una separación, sino al contrario es el lugar privilegiado donde se muestra visible la continuidad dentro-fuera / fuera-dentro y por ello una metáfora de la pintura, que en esta obra está llevada al extremo: la identidad formal del rectángulo-cuadro con el retángulo-ventana funciona plenamente, pues en este caso la vista de la ventana, aunque no es más que una parte del cuadro, es su todo, por la potencia de ese contundente espacio negro.
Esta imagen de una desnudez radical que linda con la abstracción, creo que le produce vértigo al pintor, creo que Matisse tiene miedo, pero ahora no me refiero al que pudiera producir esa negritud, sino a otro, a uno de índole formal: Matisse no se atreve a dejar solos esos planos verticales y esas líneas negras horizontales y mostrarnos una pintura bidimensional, plana, ¡un cuadro! Tiene el mismo miedo que Picasso cuando, desarrollando el cubismo desde sus obras analíticas, se adentra en ese estilo o el propio estilo le lleva hacia pinturas más herméticas y teme caer en la abstracción. Nos deja una pipa, un traste de guitarra, una mano, un seno, alguna referencia figurativa, un asidero al que podamos agarrarnos. Nos salva y se salva. Así, Matisse pone el plano marrón-negro abajo y una línea oblicua en perspectiva. En definitiva, nos sitúa el suelo en el que apoyarnos: ya podemos entender el cuadro, ya lo entendemos, ¡si hasta las líneas horizontales representan las de los cuarterones de la contraventana!... y respiramos.
Ahora bien, como en el caso anterior, esta obra no es del estilo de las de su autor. (Parece que Joaquín Copeiro, en La puerta de las Meninas, haya ido rebuscando, dentro de la trayectoria artística de los pintores, hasta encontrar las obras singulares de cada uno de ellos). Digo esto porque este cuadro es muy diferente a la pintura de Matisse, que pretendía otra cosa bien distinta de lo que esta nos transmite. Ese negro nos inquieta y nos sobrecoge. Sin embargo, Matisse soñaba, en sus propias palabras: Con un arte equilibrado, puro, apacible, cuyo tema no sea inquietante ni turbador, que llegue a todo intelectual, tanto al hombre de negocios como al artista, que sirva como lenitivo, como calmante cerebral, algo semejante a un buen sillón que les descanse de fatigas físicas. ( En La Grande Revue de 25 de diciembre de 1908, Notas de un pintor). MARIANO MORALES

viernes, 30 de abril de 2010

REVISTA MERCURIO

Descrito Ediciones: La puerta de las Meninas (página 34)

ENCUENTRO CON JOAQUÍN COPEIRO

"EL CLUB DE LECTURA DE URDA, EN TOLEDO", ABC

QUÉ LEER: "LA PUERTA DE LAS MENINAS"

RESEÑA DE TRIBUNA COMPLUTENSE

LA PUERTA DE LAS MENINAS

"SE ABRE LA PUERTA DE LAS MENINAS", ABC

DESCRITO EDICIONES

"DESCRITO EDICIONES SE ESTRENA CON JOAQUÍN COPEIRO", ABC

NUEVAS EDITORIALES EN TOLEDO

"PRODUCIR CULTURA PARA ESQUIVAR LA CRISIS", Revista Aquí

viernes, 23 de abril de 2010

VEINTITRES DE ABRIL DE 2010: FAHRENHEIT 451


No estaban seguros de que lo que llevaban en sus mentes pudiese hacer que todos los futuros amaneceres brillasen con una luz más pura, no estaban seguros de nada, excepto de que los libros estaban bien archivados tras sus tranquilos ojos, de que los libros esperaban, con las páginas sin cortar, a los lectores que quizá se presentaran años después, unos, con dedos limpios, y otros, con dedos sucios.
Mientras andaban, Montag fue escrutando un rostro tras de otro.
-No juzgue un libro por su sobrecubierta- dijo alguien.
Y todos rieron silenciosamente, mientras se movían río abajo.

RAY BRADBURY

martes, 13 de abril de 2010

LOS JUGADORES DE CARTAS (1892)

Paul Cézanne

A lo mejor convendría recordar, en este punto, la definición que Maurice Denis da de un cuadro: Antes de ser un caballo de batalla, una mujer desnuda o cualquier otra anécdota -aquí una partida de cartas-, (un cuadro) es una superficie plana cubierta de colores con un cierto orden. Entonces, siguiendo mi discurso debería centrarme en el análisis formal de esta obra de Cézanne: en la composición; en la disposición casi simétrica de los cuerpos con la botella como eje, concretamente su línea blanca del reflejo de la luz; en el juego de verticales y horizontales del fondo, de la silla y de la mesa; en la combinación de los colores, pues el de la chaqueta de uno es el de los pantalones del otro y viceversa; en la aplicación de la pintura, en planos, como a paletadas, como si de un albañil se tratara frente a una pared...
Pero, cuando leí la novela, al llegar a ese momento de la historia y encontrarme con Los jugadores de cartas de Cézanne, creo que mi sorpresa fue como la de Jorge, al que también se le aparecen.
Una perplejidad similar la tienen los críticos y estudiosos de Cézanne. ¿Por qué este tema en el desarrollo de su obra? No aciertan a dar una explicación convincente de por qué, en torno a 1892, según A. Vollard, se dedica a él, pues hace hasta cinco versiones: una con cinco personajes, otra con cuatro y tres con dos, y sucesivamente va destilando su obra hasta llegar a esta última, la del Museo D´Orsay, más concentrada y cargada de intensidad.
Por encontrarle algún motivo, unos se han referido a un cuadro de la escuela de Le Nain, en el Museo Granet de su Aix-en-Provence; otros, como el filósofo Merleau-Ponty, ven en esta pintura una plasmación del conflicto con el padre. No nos vayamos tan lejos.
Desde luego, Cézanne se concentró, a lo largo de su vida, en pintar paisajes y bodegones, en los que dominan manzanas (con las que quería sorprender a París, ¡y vaya si lo consiguió!); y cuando se preocupa por la figura en acción pinta las series de bañistas, pero sin modelos naturales, pues no los conseguía (sólo logró que posara para él una vez una criada de la finca de su padre y ya era, en expresión del propio artista, de carnes viejas).
Este cuadro es la antítesis de las bañistas. Sus figuras son hombres, están estáticos y reconcentrados en la partida y los modelos son reales. Se conocen sus nombres, ¿pero que hacen en una tumba, en un panteón, como aparecen en La puerta de las Meninas? MARIANO MORALES

JARDÍN SECO (1969)

Fernando Zóbel (Ver imagen)

Zóbel nos muestra un paisaje otoñal de una manera muy libre, esencial (¿minimal?), expresionista y abstracta, con unos sencillos elementos: unas manchas y líneas sobre un lienzo blanco. Con sólo eso, expresa los sentimientos experimentados ante la naturaleza, sin someterse al corsé de la imitación de esa realidad: un paisaje otoñal.
Creo oportuno recordar una cita de Matisse, de un cuestionario que le hizo el que fue director del MOMA de Nueva York: Un Cezánne es un momento del artista, mientras que un Sisley es un momento de la naturaleza. (En La Grande Reveu, 25 de diciembre de 1908, Notas de un pintor).
Zóbel, perteneciente al grupo de Cuenca junto a Torner y Rueda, se preocupa sobre todo, como su compañeros, según Valeriano Bozal, por la perfección estética, el equilibrio y la limpieza, quizá sea así, entiendo yo, la única manera de alcanzar ese blanco resplandeciente del centro del Jardín seco. Jorge Pomares se siente fuertemente atraído por este espacio... MARIANO MORALES

EL ENTIERRO DEL CONDE DE ORGAZ (1586 - 88)

Doménikos Theotokópoulos, El Greco

El protagonista de la novela, toledano, no se siente atraído por El entierro... Yo intentaría convencerle, desde distintos puntos de vista, de algunas de las cualidades que atesora esta pintura, por ejemplo:
Iconográficamente es interesante, pues transmite con eficacia el mensaje contrarreformista. Frente a la doctrina protestante que defendía que sólo la fe basta para salvarse, la Iglesia Católica predicaba la necesidad de las buenas obras y ante nuestros ojos vemos como el alma del señor de Orgaz es llevada directamente al cielo por haber actuado así.
Estilísticamente resuelve los dos mundos de manera diferente. Abajo, el terrenal, con gran detallismo y el gusto por las calidades y el pormenor, donde el dibujo domina al color, tal como pasaba en la Roma de donde había venido, pues sin aquel no hubiera podido ser tan minucioso. Arriba, en el ámbito celestial, se manifiesta veneciano, donde estuvo antes que en Roma, pintando esta parte alla prima, aplicando el color directamente. La fortuna crítica del cretense se corresponderá con estos dos mundos: hasta finales del siglo XIX gustará la parte inferior y la otra se considerará fruto del desvarío, de la extravagancia y del desarreglo que estaba amenazando la cabeza del autor. Mientras que el estilo con que resuelve la parte superior, y que será el que desarrolle posteriormente, es el que le ha convertido en un referente de la pintura moderna. Por tanto, esta obra tiene la virtud, si no se viera de él ninguna otra, de reunir las dos maneras o estilos del cretense.
Técnicamente las figuras tienen una base de blanco y, sobre ella, El Greco aplica el color con sucesivas veladuras. No hay foco de luz exterior que las ilumine, sino que la luz está en ellas. Además, participan de la luz de Dios. Y aquí está el quid por el que Jorge, en La puerta de las Meninas, tiene algunas reservas ideológicas. Puede que busque otro más allá diferente a este que termina en Cristo... MARIANO MORALES

lunes, 22 de marzo de 2010

LA VENUS DEL ESPEJO (1648 - 50)

Diego Velázquez

Jorge Pomares, protagonista de La puerta de las Meninas, compra en la tienda del museo una reproducción de esta obra.
¡Qué curioso! Va al Prado a ver un cuadro en el que se puede ver un espejo -Las Meninas- y se lleva a casa el otro que también tiene espejo. Los dos únicos de Velázquez en que aparece ese objeto.
Hay algunos paralelismos, por ello, entre estas pinturas:
1º El espejo, situado al final del cuadro, en el antepenúltimo plano, lo utiliza como recurso para ampliar el espacio y conseguir más profundidad si cabe. Incluso para salirse del cuadro y llegar hasta el espacio del espectador.
-Venus se mira, pero ve al espectador por el espejo.
-En Las Meninas, según gran parte de la crítica, los reyes se reflejan en el espejo porque ocupan el lugar del espectador, pues estaban posando para Velázquez.
2º La imagen que nos devuelve dicho artefacto en los dos cuadros es borrosa, lo que abre el capítulo de la ambigüedad y de la polisemia, cuando lo que reproduce no debería ser así, pues lo ideal, en términos convencionales, debería superar a lo real.
Me explico:
-En una pintura son los reyes, en una época en que el poder de la monarquía es de origen divino y, por tanto, estaban más allá del bien y del mal. No se mostraban ni se manifestaban como el resto de los humanos, cualquiera no podía hablarles directamente, eran semidioses. En la otra, Venus, nada menos que la diosa de la Belleza. Sin embargo, ni en el primero vemos la excelencia de la majestad monárquica, ni en el segundo nuestros sentidos quedan arrobados por el sumun de la belleza ideal, como parece recrearse en ella, a través del espejo, la diosa, sostenido este por Cupido, dios del Amor, enlazado a la Belleza por unas cintas rosas.
3º En ambos, el espectador se siente atraído por lo más cercano:
-En uno, por una escena cotidiana de palacio, con un friso de personajes concretos admirablemente resueltos.
-En otro, por un espléndido desnudo de una modelo real.
Por esto último entiendo el porqué de la compra de Jorge. Para él, la Venus es el deseo, el amor, la vida; mientras que Las Meninas son… MARIANO MORALES


lunes, 15 de marzo de 2010

HISTORIAS DE CRONOPIOS Y DE FAMAS

Julio Cortázar, Punto de Lectura

Si usted está harto de tanto pragmatismo o de perseguir continuamente fines útiles; si cree que en este mundo en que cualquier artículo que se adquiere viene acompañado del correspondiente manual de instrucciones y en consecuencia se pregunta cuáles sean las adecuadas para llorar o para subir una escalera o para matar hormigas en Roma o para dar cuerda al reloj o para cantar; si desea saber cómo ha de comportarse en un velatorio o qué podría hacer con la pata de una araña o por qué es buena señal que los zapatos aprieten; o si, en fin, le interesa conocer la vida y milagros de unos seres increíbles, sorprendentes, imaginativos, llámense cronopios, famas o esperanzas, no lo dude y atrévase con Cortázar: se aventurará entonces en el mundo de lo inútil, pero disfrutará como cuando brinda con los amigos, o cuando estornuda varias veces seguidas hasta desalojar el polvillo de sus narices, o cuando se rasca la espalda con una manita de madera, o cuando se recoloca el calcetín que su talón se ha ido comiendo poco a poco.
Según el autor, los cronopios son objetos verdes, erizados y húmedos, y cuando viajan se encuentran los hoteles llenos, no alcanzan a tomar el tren y no consiguen taxi, pero por la noche, a la hora de dormirse, piensan en «la hermosa, la hermosísima ciudad». Las esperanzas, en cambio, son «sedentarias, se dejan viajar por las cosas y los hombres, y son como las estatuas que hay que ir a ver porque ellas no se molestan». ¿Y los famas? Pues «los famas para conservar sus recuerdos proceden a embalsamarlos». Ahora, eso sí: los cronopios, por el contrario, «dejan los recuerdos sueltos por la casa».
En definitiva, que al concluir la lectura, uno quisiera ser cronopio y bailar sobre la tumba del maestro Cortázar. JOAQUÍN COPEIRO

DESIERTO

Jean-Marie-Gustav Le Clézio, Tusquets Editores

Tal vez Desierto sea una de las novelas más bellas que se hayan publicado en los últimos años en nuestro país (Tusquets la ha publicado en 2008, con motivo de la concesión del Nobel a su autor, pero en Francia se editó en 1980).
En la novela se entremezclan dos historias, separadas entre sí puede que hasta por setenta años.
La primera trata de los guerreros azules del desierto, quienes, guiados por su cheif Ma el-Ainin, mítico fundador de la ciudad de Smara, marchan con sus familias hacia el norte de África, a un choque inevitable con los ejércitos colonialistas franceses. Y entre el calor de las dunas y el frío de la noche estrellada, de la mano de los nómadas asistimos a la belleza del desierto tan sólo comparable con la sinceridad y nobleza de sus creencias.
Pero la segunda, la que nos habla de Lalla, hermosa adolescente cuya mirada «lleva la fuerza abrasadora del desierto», alcanza unas cotas de tal belleza, que casi resulta insoportable no conocer a la chica, descendiente, por cierto, de aquellos guerreros azules; no obstante, si aguantamos la intensidad de la luz cegadora, por prodigiosa, que de la historia emana, acabaremos creyendo que, a pesar de todo, la chica debe de existir en algún lugar del continente africano, porque desearemos ciegamente que así sea.
En todo caso, al final de la lectura, quedaremos agradablemente sobrecogidos, transformados incluso, y nos sentiremos en parte distintos a como éramos antes de abordar el libro.
No teman la metamorfosis y atrévanse con las cuatrocientas tres páginas de la novela. ¡El viaje habrá valido la pena! JOAQUÍN COPEIRO

jueves, 11 de marzo de 2010

EL VIAJE A NINGUNA PARTE

Fernando Fernán Gómez, Ediciones Cátedra

Posguerra española. Un grupo de cómicos de la legua se busca la vida por esos pueblos de Dios. El choque con las autoridades locales, los caciques, otras compañías con las que han de competir o, finalmente, el cine, es continuo, hasta el punto de que el grupo terminará por deshacerse y sus miembros emigrarán hacia otros pagos. Carlos Galván, el protagonista, hijo y padre de actores, rememora en un largo flashback, desde la residencia de ancianos donde ha acabado dando con sus huesos, aquellos años gloriosos, en que, a pesar de oler España a calcetín sudado, como diría el imborrable Manuel Vázquez Montalbán, el teatro era el teatro, y había sitio para todo aquel que quisiera ganarse la vida con honradez y hacerse dignamente aunque sólo fuera con un mendrugo de pan, a través del noble oficio de la interpretación.
La verdad es que leyendo la novela uno entiende que los cómicos de la legua de aquella España de los cincuenta se diferenciaban bien poco de los juglares medievales: caminos difíciles, lluvia, frío, cobijos en pensiones amarillentas de mala muerte, mucho sentido del humor, idealismo y fe ciega en que la profesión de cómicos, la de ellos, era lo más grande del mundo, asentada como estaba en la libertad, en la igualdad y en la fraternidad.
En la novela el diálogo es continuo y la chispa salta en cada página con una comicidad que no deja de arrancarnos la sonrisa tierna o la carcajada. Dos ejemplo: cuando su hijo Carlitos piensa abandonar la compañía, Carlos Galván pide a su prima Rosita, una de las actrices, que seduzca al muchacho para que cambie de opinión; otro: los frustrados y desesperados intentos del patriarca de la compañía por adaptarse a las exigencias interpretativas del cine. ¡Simpatiquísima! JOAQUÍN COPEIRO

LA PUERTA DE LAS MENINAS

La puerta de las Meninas, sexta novela del escritor JOAQUÍN COPEIRO ya está en las librerías.
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