martes, 1 de junio de 2010

LA RELIQUIA

Germán Sánchez-Espeso, Plaza & Janés

Yo le presté el libro a Manolo, un adolescente al que no le gustaba leer. Eso sí, primero le hablé brevemente de su trama. «Se trata», le dije más o menos, y puede que con palabras más adecuadas para sus entendederas, «de un pícaro que, en la España de Felipe V, sobrevive gracias a una característica que lo hace verdaderamente singular: dispone de un miembro viril tan descomunal y virtuoso, “la reliquia”, que todas las damas que oyen hablar de él pugnan por poseerlo y gozar en exclusiva de sus taumatúrgicos poderes». Al día siguiente, me sorprendí al observar cómo, en la biblioteca del instituto en que yo trabajaba, mi querido Manolín leía en voz alta para un grupo de seis o siete colegas suyos las peripecias de Corderito Pascual, nombre del personaje dotado de tan vigoroso órgano.
¡Dios, que «ni él mismo sabía la magnitud del tesoro que llevaba entre las piernas», afirma el narrador refiriéndose al protagonista de la novela y a su virtuoso instrumental! Y no era para menos, a juzgar por las aventuras a que lo conduce la especialísima estructura del rasgo más primario de su condición viril.
Sea como sea, yo me atrevo a afirmar que en toda la historia de la literatura española existe tamaño fenómeno, si no es el que se recogía años antes en el número 1 de la colección La sonrisa vertical, que, bajo el título de La insólita y gloriosa hazaña del Cipote de Archidona, relataba la historia del susodicho, avalada por Camilo José Cela «(De la Real Academia / Española, / que contra lo que se dice, / mea sola.)», según se lee en los últimos versos con que el académico expresa su gratitud a Robustiano Cipotón por haberle felicitado las Navidades de esta guisa: «Que esta Navidad / le traiga longevidad / y el año setenta y tres / mucha fuerza en el kilé.».
Novela jocosa, pues, desmadrada, incluso, esta de La reliquia, digna de ser buscada, encontrada y devorada por los amantes de la buena literatura. JOAQUÍN COPEIRO

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