lunes, 15 de marzo de 2010

HISTORIAS DE CRONOPIOS Y DE FAMAS

Julio Cortázar, Punto de Lectura

Si usted está harto de tanto pragmatismo o de perseguir continuamente fines útiles; si cree que en este mundo en que cualquier artículo que se adquiere viene acompañado del correspondiente manual de instrucciones y en consecuencia se pregunta cuáles sean las adecuadas para llorar o para subir una escalera o para matar hormigas en Roma o para dar cuerda al reloj o para cantar; si desea saber cómo ha de comportarse en un velatorio o qué podría hacer con la pata de una araña o por qué es buena señal que los zapatos aprieten; o si, en fin, le interesa conocer la vida y milagros de unos seres increíbles, sorprendentes, imaginativos, llámense cronopios, famas o esperanzas, no lo dude y atrévase con Cortázar: se aventurará entonces en el mundo de lo inútil, pero disfrutará como cuando brinda con los amigos, o cuando estornuda varias veces seguidas hasta desalojar el polvillo de sus narices, o cuando se rasca la espalda con una manita de madera, o cuando se recoloca el calcetín que su talón se ha ido comiendo poco a poco.
Según el autor, los cronopios son objetos verdes, erizados y húmedos, y cuando viajan se encuentran los hoteles llenos, no alcanzan a tomar el tren y no consiguen taxi, pero por la noche, a la hora de dormirse, piensan en «la hermosa, la hermosísima ciudad». Las esperanzas, en cambio, son «sedentarias, se dejan viajar por las cosas y los hombres, y son como las estatuas que hay que ir a ver porque ellas no se molestan». ¿Y los famas? Pues «los famas para conservar sus recuerdos proceden a embalsamarlos». Ahora, eso sí: los cronopios, por el contrario, «dejan los recuerdos sueltos por la casa».
En definitiva, que al concluir la lectura, uno quisiera ser cronopio y bailar sobre la tumba del maestro Cortázar. JOAQUÍN COPEIRO

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