lunes, 22 de marzo de 2010

LA VENUS DEL ESPEJO (1648 - 50)

Diego Velázquez

Jorge Pomares, protagonista de La puerta de las Meninas, compra en la tienda del museo una reproducción de esta obra.
¡Qué curioso! Va al Prado a ver un cuadro en el que se puede ver un espejo -Las Meninas- y se lleva a casa el otro que también tiene espejo. Los dos únicos de Velázquez en que aparece ese objeto.
Hay algunos paralelismos, por ello, entre estas pinturas:
1º El espejo, situado al final del cuadro, en el antepenúltimo plano, lo utiliza como recurso para ampliar el espacio y conseguir más profundidad si cabe. Incluso para salirse del cuadro y llegar hasta el espacio del espectador.
-Venus se mira, pero ve al espectador por el espejo.
-En Las Meninas, según gran parte de la crítica, los reyes se reflejan en el espejo porque ocupan el lugar del espectador, pues estaban posando para Velázquez.
2º La imagen que nos devuelve dicho artefacto en los dos cuadros es borrosa, lo que abre el capítulo de la ambigüedad y de la polisemia, cuando lo que reproduce no debería ser así, pues lo ideal, en términos convencionales, debería superar a lo real.
Me explico:
-En una pintura son los reyes, en una época en que el poder de la monarquía es de origen divino y, por tanto, estaban más allá del bien y del mal. No se mostraban ni se manifestaban como el resto de los humanos, cualquiera no podía hablarles directamente, eran semidioses. En la otra, Venus, nada menos que la diosa de la Belleza. Sin embargo, ni en el primero vemos la excelencia de la majestad monárquica, ni en el segundo nuestros sentidos quedan arrobados por el sumun de la belleza ideal, como parece recrearse en ella, a través del espejo, la diosa, sostenido este por Cupido, dios del Amor, enlazado a la Belleza por unas cintas rosas.
3º En ambos, el espectador se siente atraído por lo más cercano:
-En uno, por una escena cotidiana de palacio, con un friso de personajes concretos admirablemente resueltos.
-En otro, por un espléndido desnudo de una modelo real.
Por esto último entiendo el porqué de la compra de Jorge. Para él, la Venus es el deseo, el amor, la vida; mientras que Las Meninas son… MARIANO MORALES


miércoles, 17 de marzo de 2010

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"La puerta de las Meninas" (leer pdf)

lunes, 15 de marzo de 2010

HISTORIAS DE CRONOPIOS Y DE FAMAS

Julio Cortázar, Punto de Lectura

Si usted está harto de tanto pragmatismo o de perseguir continuamente fines útiles; si cree que en este mundo en que cualquier artículo que se adquiere viene acompañado del correspondiente manual de instrucciones y en consecuencia se pregunta cuáles sean las adecuadas para llorar o para subir una escalera o para matar hormigas en Roma o para dar cuerda al reloj o para cantar; si desea saber cómo ha de comportarse en un velatorio o qué podría hacer con la pata de una araña o por qué es buena señal que los zapatos aprieten; o si, en fin, le interesa conocer la vida y milagros de unos seres increíbles, sorprendentes, imaginativos, llámense cronopios, famas o esperanzas, no lo dude y atrévase con Cortázar: se aventurará entonces en el mundo de lo inútil, pero disfrutará como cuando brinda con los amigos, o cuando estornuda varias veces seguidas hasta desalojar el polvillo de sus narices, o cuando se rasca la espalda con una manita de madera, o cuando se recoloca el calcetín que su talón se ha ido comiendo poco a poco.
Según el autor, los cronopios son objetos verdes, erizados y húmedos, y cuando viajan se encuentran los hoteles llenos, no alcanzan a tomar el tren y no consiguen taxi, pero por la noche, a la hora de dormirse, piensan en «la hermosa, la hermosísima ciudad». Las esperanzas, en cambio, son «sedentarias, se dejan viajar por las cosas y los hombres, y son como las estatuas que hay que ir a ver porque ellas no se molestan». ¿Y los famas? Pues «los famas para conservar sus recuerdos proceden a embalsamarlos». Ahora, eso sí: los cronopios, por el contrario, «dejan los recuerdos sueltos por la casa».
En definitiva, que al concluir la lectura, uno quisiera ser cronopio y bailar sobre la tumba del maestro Cortázar. JOAQUÍN COPEIRO

DESIERTO

Jean-Marie-Gustav Le Clézio, Tusquets Editores

Tal vez Desierto sea una de las novelas más bellas que se hayan publicado en los últimos años en nuestro país (Tusquets la ha publicado en 2008, con motivo de la concesión del Nobel a su autor, pero en Francia se editó en 1980).
En la novela se entremezclan dos historias, separadas entre sí puede que hasta por setenta años.
La primera trata de los guerreros azules del desierto, quienes, guiados por su cheif Ma el-Ainin, mítico fundador de la ciudad de Smara, marchan con sus familias hacia el norte de África, a un choque inevitable con los ejércitos colonialistas franceses. Y entre el calor de las dunas y el frío de la noche estrellada, de la mano de los nómadas asistimos a la belleza del desierto tan sólo comparable con la sinceridad y nobleza de sus creencias.
Pero la segunda, la que nos habla de Lalla, hermosa adolescente cuya mirada «lleva la fuerza abrasadora del desierto», alcanza unas cotas de tal belleza, que casi resulta insoportable no conocer a la chica, descendiente, por cierto, de aquellos guerreros azules; no obstante, si aguantamos la intensidad de la luz cegadora, por prodigiosa, que de la historia emana, acabaremos creyendo que, a pesar de todo, la chica debe de existir en algún lugar del continente africano, porque desearemos ciegamente que así sea.
En todo caso, al final de la lectura, quedaremos agradablemente sobrecogidos, transformados incluso, y nos sentiremos en parte distintos a como éramos antes de abordar el libro.
No teman la metamorfosis y atrévanse con las cuatrocientas tres páginas de la novela. ¡El viaje habrá valido la pena! JOAQUÍN COPEIRO

jueves, 11 de marzo de 2010

EL VIAJE A NINGUNA PARTE

Fernando Fernán Gómez, Ediciones Cátedra

Posguerra española. Un grupo de cómicos de la legua se busca la vida por esos pueblos de Dios. El choque con las autoridades locales, los caciques, otras compañías con las que han de competir o, finalmente, el cine, es continuo, hasta el punto de que el grupo terminará por deshacerse y sus miembros emigrarán hacia otros pagos. Carlos Galván, el protagonista, hijo y padre de actores, rememora en un largo flashback, desde la residencia de ancianos donde ha acabado dando con sus huesos, aquellos años gloriosos, en que, a pesar de oler España a calcetín sudado, como diría el imborrable Manuel Vázquez Montalbán, el teatro era el teatro, y había sitio para todo aquel que quisiera ganarse la vida con honradez y hacerse dignamente aunque sólo fuera con un mendrugo de pan, a través del noble oficio de la interpretación.
La verdad es que leyendo la novela uno entiende que los cómicos de la legua de aquella España de los cincuenta se diferenciaban bien poco de los juglares medievales: caminos difíciles, lluvia, frío, cobijos en pensiones amarillentas de mala muerte, mucho sentido del humor, idealismo y fe ciega en que la profesión de cómicos, la de ellos, era lo más grande del mundo, asentada como estaba en la libertad, en la igualdad y en la fraternidad.
En la novela el diálogo es continuo y la chispa salta en cada página con una comicidad que no deja de arrancarnos la sonrisa tierna o la carcajada. Dos ejemplo: cuando su hijo Carlitos piensa abandonar la compañía, Carlos Galván pide a su prima Rosita, una de las actrices, que seduzca al muchacho para que cambie de opinión; otro: los frustrados y desesperados intentos del patriarca de la compañía por adaptarse a las exigencias interpretativas del cine. ¡Simpatiquísima! JOAQUÍN COPEIRO

LA PUERTA DE LAS MENINAS

La puerta de las Meninas, sexta novela del escritor JOAQUÍN COPEIRO ya está en las librerías.
Más información en www.descritoediciones.com