En el país de los ciegos recoge, con humor, el primer intento golpista de la Transición.
En un verano muy caluroso, el gobierno municipal de Trasmonte, presidido por un alcalde perspicaz y tolerante, ha de enfrentarse, por su política «normalizadora», a una oposición integrista cuya vanguardia está formada por los ciegos del cupón y liderada por el Tuerto, propietario del colmado de la plaza.
La oposición desaprueba la excesiva liberalidad del Ayuntamiento en asuntos como «la sexualidad y el porro», y también el hecho de que no se haga nada por conseguir la presencia estable de la Guardia Civil y del párroco.
El paro, que golpea con fuerza en el pueblo, va a desatar los acontecimientos. Cuando el Tuerto se niega a seguir fiando a la Luisa, la mujer del Pintao, y este decide materializar una acción de protesta contra el Tuerto, las cosas se precipitan. Este caso, junto al de Fabián y los ganaderos, al de la subida del precio del vino o al del robo de la Virgen del Perpetuo Socorro alimentarán a la oposición, que acusa al alcalde y a los suyos de tensar la situación. Y de ahí, que preparen un golpe de mano.
Por la novela desfilan personajes variopintos, como el alcalde, el psicólogo del lugar, los ciegos, la florista, el pastor, el cura enterrador, el tarbernero (y tabernario) de La Cava, el quiosquero, el pescadero, la peluquera, empedernidos bebedores y esforzados sindicalistas, el médico, los guardiñas, el concejal responsable del alumbrado público, etc.
Con todo ello se ha configurado una divertida novela sobre la democracia municipal, en la que la prosa de su autor contribuye a hacer aún más hilarantes las situaciones que ya de por sí lo eran.
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